LÚA

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De antonio Gala me apropio de un texto suyo de su despedida a Troilo, el perrillo con el que tuvo largas charlas. No creo que le importe, es uno de los más grandes y magnánimo, en eso confío, aunque los más recalcitrates ciegos solo vean su conducta sexual. También Lorca nos salió fino.
Este salvaje domingo de 25 de Septiembre, tuvo que venir Murphy y sus leyes a tocarme los cojones. Mi perrilla Lúa con unos diez y muchísimos años, ley de vida, allá por los dieciocho y es mucho para un perro. había cruzado el charco con Cancerbero. La que fué compañera de paseós, la cuarta, se ha ido sin ladrarme otra vez, Que solo pude verla en un balcón de un tercero y de churro. Ahora está Hachiko, otra hembra que espero que me entierre a mí, y no al revés para no volver a pasar por este tan mal trago. A todos los que tenéis amigos perrunos, fieles, siempre fieles, os dedico las palabras de Gala. y sobre manera a Raquel, que acertó de lleno en un momento difícil, con un comentario en Facebook. Gracias, amigos, por las condolencias recibidas a todos, todas. Si alguno me dejé en el tintero, puede darse por aludido.


"Esta noche también he soñado contigo.
Corrías sobre el verde de los parques, viva y dichosa, abanderando el rabo. Corrías hacia mí, me reclamabas. Tu ladrido pequeño henchía la mañana.
He alargado la mano, todavía dormido, buscando por la cama a tientas tu cabeza. Sin encontrarte, Lúa.
He encendido la luz. No estabas, Lúa.
No volverás a estar...
Dicen que no se pierde sino lo que nunca se tuvo. Es mentira.
Yo te tuve: te tuve y no te tengo.
Al pie del chopo que juntos estrenamos, una calva en el césped indicaría dónde podrías estar, si esos tuyos te han dado un buen final. Si no yaces en un contenedor como féretro. Así es la Fortuna de esquiva con los que dicen que te han querido. Nunca lo sabré. Mejor sueño despierto.
El césped que plantaron hace nada los chicos de Fernando, nuestro violinita en el tejado particular al que tu ladrabas a veces y a veces le ronroneabas, solo a veces, para que tú corrieras, divertido, sobre él; para que tú, al venir la primavera y su templado soplo, te revolcaras jugando sobre él.
Tú no tendrás más primaveras, Lúa.
Ahora eres tú quien abona ese césped, creo. En esto acaba todo, creo. ¿De verdad estás bajo césped o es mi ilusión creer que te han tratado como a un pobre gato y te llegaron a poner velas en las noches de Levante?. No creo. Ese final no te lo han dado. No te han concedido un final amable.
¿Quién puede hacerse cargo de tal contradicción?
¿Pueden morir del todo alguna vez unos ojos que se han mirado tanto, se han entendido tanto, se han consolado tanto?
Quizá tú ahora habitas con quien más has querido.
Quizá tú ahora eres —si es que eres— más feliz que conmigo.
Quizá tú trotas, moviendo la menuda grupa, por los verdes campos del Edén. Pero durante unos diez y muchos, muchos, muchos años, anduviste enredada a mis piernas.
Arrebujaste tu lealtad a mi vera; me seguiste a dos pasos por este mundo que, sin ti, no es el mismo. Continuarán los pájaros y los amaneceres, el chorro de la fuente ascenderá en el aire, como la vida, sólo para caer.
Pero no estarás tú, Lúa, compañera irrepetible mía.
Nunca más, nunca más.
Ya no habrá que sacarte a la calle tres veces cada día, ni tampoco habrá que sacarte las muelas de los Noviembres, ni acercarás resoplando el hocico a los respiraderos de los coches, ni buscarás gatos enfurecidos y garañones en La Fundición bajo las grupas de coches aparcados.
Ni te asomaras encantada por las ventanas, ni me recibirás —enloquecido el rabo, ladrando y manoteando— a la puerta de la casa.
Ya no habrá que secarte cuando llueva, ni cepillarte por la mañana al salir de la ducha, ni reñirte porque pides comida: ya no sabré qué hacer con el trocito último del filete...
Nunca más.
Y no me hago a la idea.
¿Qué es lo que has hecho, Lúa?
Quiero dormir para soñar contigo, para jugar contigo y regañarte, para no comprobar que te he perdido. Con la garganta apretada, mentalmente, he hecho un mandato lejano: he mandado hoy retirar tus breves propiedades:
tu toalla, tu manta, tu cepillo, tu peine y tus correas...
Las he mandado retirar, pero no lejos.
Porque a lo mejor una mañana te veo regresar, alegre y frágil, cariñosa y sonora.
(Acaso esta pesadilla es una broma tuya, y se abrirá una puerta y tú aparecerás. De mis oídos no se quita el ritmo de tus pasos, ni la impaciencia de tu mirada.)
O a lo mejor soy yo el que se acerca una mañana a ti —quién sabe— y te silbo y te llamo y tú levantas la cabeza con el gesto de siempre.
No te preocupes, Lúa: si nada dura —ni el amor—, tampoco la muerte durará.
En donde sea, estaremos todos juntos de nuevo, riendo y bromeando.
Si no, no habría derecho.
Mientras entró y salió la gente de mi vida —de nuestra vida—, tú permaneciste a mi lado, imperturbable, fiel, idéntica, amorosa.
Juntos pasamos por la compañía y por la soledad.
Llegaste, Lúa, a ser yo mismo de otro modo.
El infortunio o el gozo, siempre los compartimos.
Quien a mí me dejó, te dejó a ti, y te quería quien a mí me quiso.
Por lo menos eso me ilusiona.
Me hablaba yo, y era a ti a quien hablaba.
La muerte se ha interpuesto en la conversación una vez más, la muerte.
Ahora sí que envejezco, ahora si que estoy solo.
Es la primera vez que te has portado mal conmigo.
Desde la ventana veré ,y el aire repetirá notas de perfume a tí, Lúa
Amiga mía, interminablemante bajo el césped, creo. ¿No era un contenedor de basura el ataud?
La muerte ha interrumpido nuestras charlas.
Descansa en paz, Nadie jamás podrá sustituirte.
Hasta luego.
Hasta después "


HIJOS DE PERRA


de Raquel Sáenz de BuruagaTomillo, el Lunes, 26 de septiembre de 2011 a las 18:40
Farruca se hizo comunista. Ocurrió cuando Antonio Gades le firmó una dedicatoria en un ejemplar de Granma, el periódico cubano. Lo noté porque, desde entonces, se ensañaba contra Gorbachov, uno de mis sementales, que se llamaba así sólo porque era de La Mancha.
Farruca, hija y nieta de pastores, había nacido en un caserío de Oñate. Cuando llegó a casa, probablemente sería nacionalista y euskoyente, motivo éste último, por el que, tal vez, no conseguíamos coordinar nuestro trabajo. Nunca pude hacerle entender que yo debía ir delante de las ovejas, no detrás corriendo sin resuello. Pese a estos desencuentros laborales, nos queríamos. Su personalidad era compleja: tenía depresiones, embarazos sicológicos -lo mismo prohijaba una descolorida ikurriña, que una hoz o un martillo-. Aunque oficialmente me aceptaba como hembra dominante, yo era de ella, tanto como ella era mía.
Tonino es riojano de Casalarreina. Al menos nos conocimos allí. Apareció de gorrón en una boda; a pesar de su pelo de rata, me conquistó con su simpatía natural. Parecía albergar una gran vida interior, confirmada, poco después, gracias a exorcismos químicos, con la expulsión de una nutrida comunidad de parásitos intestinales. Sin ellos ha resultado ser un individuo trivial y feliz. Su existencia es rutinaria. Cada día es idéntico al anterior y al que vendrá, sin embargo, el recorrido por el mismo paisaje desde hace ocho años consigue convertirlo en una aventura llena de alegría y curiosidad contagiosas. Algunos dudan de su inteligencia (de que la tenga) porque no obedece órdenes . Yo he llegado a la conclusión de que es insumiso, no respeta las jerarquías de poder. Tampoco tiene sentido de la propiedad privada: ni de la suya ni de la de los demás. Tonino no es tonto; es anarquista, pero él no lo sabe. Si fuera un ácrata con filiación, tendría su caseta forrada de carteles y pegatinas y habría tenido conmigo unas palabras...
En fin, comunistas, nacionalistas, anarquistas o falderos, me gustan todos los hijos de perra. Hace miles de años, un antepasado de Tonino, con sus mismos genes confiados y curiosos, se acercó a un homo sapiens cazador. Primero unieron sus instintos depredadores y más tarde surgió la complicidad y algo parecido al afecto. Aquel cánido pionero merecería el “monumento al canis lupus desconocido”. Bendito hijo de perra.






Hachico, recién llegada a casa, Ahora está más grande, mucho más

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