Una producción costosa
Un terreno escaso, de orografía complicada y condiciones climáticas adversas. Las características del suelo vasco exigen que el cuidado y recolección de la uva sea un proceso prácticamente manual, de artesano, y se deba tener un especial cuidado con los tratamientos de los viñedos, lo que eleva considerablemente los costes de producción. «La poda, el deshojado, la vendimia&hellip todo se hace a mano», afirma Ruth Mozo. «Una persona en La Rioja recoge unos 1.200 kilos de uva al día, mientras que aquí sólo recoge 400, porque los frutos son más pequeños y es más difícil manipularlos», explica Garikoitz Ríos. «Lógicamente, esto repercute en el precio, aunque yo creo que es muy competitivo». Pero dejaría de serlo si se comercializara bajo la misma denominación otro vino cuyos costes fueran menores.
Esto sucedería si Burgos y Cantabria llegaran a poner en el sus productos como 'chacolí', ya que su geografía permite otras formas de elaboración. «El txacoli pasa unos controles de calidad muy exhaustivos antes de ponerle el sello de la denominación de origen», aclara José Antonio Merino. Cualquier producción que se salga de la normativa reguladora con tal de conseguir bajar el precio de venta a público podría perjudicar a los bodegueros vascos no sólo económicamente, sino también en el «prestigio» que han logrado en 20 años de trabajo.
Los productores cántabros pasan del txakoli
Los viticultores de la comunidad vecina se apartan de la polémica y admiten que «nunca nos hemos planteado elaborar aquí chacolí» (28.11.10)
Enviar parte de lo que produzco va para restaurantes de Bilbao», dice Renovales
El txakoli, o chacolí, según de donde proceda, está que arde. Cantabria y Burgos han reclamado poder comercializar bajo este nombre algunos de sus vinos blancos, pero tal término -en cualquiera de sus variantes- sólo ampara legalmente a las producciones controladas por las tres denominaciones de origen vascas, la de Getaria, la vizcaína y la alavesa. La 'guerra', sin embargo, está abierta. Primero fue Burgos quien reclamó su derecho a vender chacolí; y unos días después se sumó a la reclamación la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC), que pidió que se ampare bajo esa expresión a ciertos caldos elaborados ahora bajo la marca 'Vino de la Costa de Cantabria'. El 'lobby' reclamó a la clase política de la comunidad «una reacción urgente para proteger nuestra cultura e identidad» de la «apropiación vasca». Sin embargo, según ha podido comprobar EL CORREO, el sentir de los productores cántabros es muy diferente.
La mayor parte de los ocho elaboradores que forman parte de este área geográfica regulada se muestran sorprendidos por una polémica que, afirman, no va con ellos. «Nunca nos habíamos planteado producir 'chacolí' en Cantabria. Entre otras cosas, porque solo uno de nuestros productores, y otro que iniciará su actividad el año que viene, cultivan ondarribi zuri, la variedad con la que se elabora el caldo vasco», afirma Asier Alonso, presidente de la Asociación de Vitivinicultores de Cantabria. «No queremos entrar en una polémica que no hemos creado. Nos han metido en el mismo saco, sin comerlo ni beberlo». Tampoco quiere hacerlo el Gobierno cántabro, tal y como le transmitió a Alonso en una reunión mantenida hace varios días. «Hay una legislación europea que regula el uso del término 'chacolí', y por mucho que quisiéramos cambiarlo, si la consejería de Desarrollo Rural no quiere entrar en la cuestión, nosotros no podemos hacer nada».
Según ADIC, la producción de chacolí y la regulación de su uso en Cantabria está documentada desde al menos el siglo XIII, y se circunscribe a las zonas de Santander, Colindres, Armuero, Meruelo, Argoños y Noja, parte de las Encartaciones y la costa vasca, así como también en otras áreas de influencia cultural y eclesiástica cántabra, como el burgalés Valle de Mena. Esta tradición, sin embargo se fue perdiendo con el tiempo, hasta que desapareció prácticamente por completo. En Burgos hay más actividad: existen unos 70 productores (40 en el valle de Mena, 10 en el valle de Tobalina y 20 en La Bureba).
El sector vitivinícola cántabro es aún muy joven. Hace poco más de 10 años que se empezaron a elaborar los primeros caldos. Actualmente, ocho productores forman parte del área geográfica regulada como 'Vino de la Costa de Cantabria', y dos más como 'Vino de Liébana'. En 2009, comercializaron 113.500 litros de vino -unas 150.000 botellas-, que se cultivaron en 103 hectáreas. Es una producción humilde: bajo la denominación txakoli de Getaria se comercializan 2,1 millones de botellas con 226 hectáreas en producción . Dos de cada tres botellas de vino cántabro fueron de la Costa y una, de Liébana. «Nuestra producción es muy limitada», admite Alonso. «Lo que tenemos que hacer es esforzarnos en producir un vino de calidad, de momento para un consumo local, pero que en un futuro podamos exportar a otras comunidades».
5.000 botellas
«¡A ver si la culpa de esta polémica es mía!», exclama Fernando Renovales. Él fue el primer bodeguero cántabro en empezar a cultivar ondarribi zuri -la variedad básica del txakoli- en su finca de Villaverde de Trucíos, en Cantabria, una parte de la cual pertenece a la población vizcaína de Artzentales. «Aquí nadie pone en las etiquetas 'chacolí' excepto yo. En realidad es una polémica tonta». Hace 25 años empezó a cultivar las tierras que tenía como un hobby. Aprendió a elaborar chacolí de los productores vascos y, a día de hoy, buena parte de su producción de este vino va a parar «a restaurantes de Bilbao», dice, aunque no pertenece a ninguna denominación de origen. Su producción no es muy elevada: apenas llega a las 5.000 botellas.
«Tenemos que hacer un vino propio de calidad porque estamos rodeados de monstruos del sector», afirma Nery Ojeda, productor del vino Carrales de Cayón, en Esles de Cayón. Este argentino se trasladó con su mujer de Madrid a Cantabria para iniciar una aventura en la producción vinícola en 2003. Este año ha comercializado su producto por segundo ejercicio, unas 1.500 botellas de un caldo elaborado exclusivamente de la variedad godello, por lo que él nunca podría utilizar la denominación de chacolí. «Estoy en otra liga. Lo que yo entiendo es que ADIC quiere reivindicar un concepto histórico, ya que antiguamente se produjo aquí chacolí. Pero no creo que aquí ahora se empiece a producir». Lo mismo opina Coral Saiz, de Señorío de Pas, una bodega muy joven que está elaborando vino natural. «Es aún más puro que el ecológico porque no añadimos ningún tipo de enzimas en bodega, todo el trabajo lo hacemos en el campo», explica. «No le veo sentido a la polémica que se ha generado, porque aquí sólo Renovales cultiva ondarribi zuri. El resto no podríamos producir estos vinos».
Más tajante es Ignacio Abajo, de la Bodega Viña Lancina, en Bárcena de Cicero. «Yo nunca utilizaría el término 'chacolí' para mis vinos. Si buscas en un diccionario su definición, figura que es un vino muy corto de grados y muy ácido, un vino malo». Abajo lleva cerca de una década cultivando otras variedades «nobles» de uva, como riesling y godello. «El chacolí se elabora con variedades muy sucias, que necesita mejorantes como la chardonnay para conseguir un buen resultado final. Desde luego, yo no quiero ese término para mí», dice resuelto. En Getaria, Bakio y Amurrio, cunas entre otras del txakolí vasco, se discrepara a buen seguro de esta curiosa opinión.
En Burgos prefieren apostar por el «diálogo»
28.11.10 - 02:36 -
CRISTINA ORTIZ
Han sido muy 'chacolineras', pero en el País Vasco creen que solo lo hacen ellos»
Hace 100 años la economía del norte de Burgos, concretamente del Valle de Tobalina, dependía al 50% del cereal y del chacolí. «Ese vino era un potencial económico fundamental», asegura Julio Alberto García, integrante de la Asociación de Amigos del Chacolí de Tobalina y Frías, fundada en 2006 para conocer la situación del producto y las posibilidades de apostar por él en la zona. Pero sin entrar en 'guerra' con nadie. Su demanda se centra, única y exclusivamente, en poder usar una palabra que lleva siglos implantada en la zona. «No pedimos vender chacolí vasco, sino el del norte de Burgos, el de Valle de Mena o como quiera que lo llamemos». Por eso, considera «egoísta» e «injusto» que la tradición vasca trate de lastrar la suya.
Reconoce el mérito del trabajo llevado a cabo en Euskadi en los últimos 20 años con sus denominaciones de origen, pero afirma que el hecho de llegar antes no puede suponer «que nadie más pueda hacer ese vino». «Hay que hablar y entendernos», insiste. Palabras poco escuchadas en una polémica de la que muchos productores prefieren quedar al margen, reservando sus opiniones e intenciones para cuando haya pasado la tormenta política y legal. Temen salir perjudicados y que lo que pretende ser un negocio se vaya al traste casi antes de empezar.
También Rafael Ocete, biólogo y uno de los responsables del estudio sobre el chacolí burgalés, quiere huir de conflictos y centrarse en su trabajo sobre el terreno. En primavera, con el buen tiempo, retomará la investigación de todos los híbridos productores plantados en la zona, para conocer cuáles son y por qué hay esos y no otros, antes de quitarlos. Y es que «dan uva de poca calidad». Hay que «volver a nuestras raíces» y apostar por las variedades tradicionales: viura, blanca rojal, mazuelo y tempranillo. Además, así también «nos diferenciaremos claramente de la zona vasca». Pero sin perder calidad. Si algo ha molestado tanto a García como a Ocete es que se presuponga que los vinos burgaleses van a ser malos. «Podemos, sin ninguna duda, crear nuestra denominación de origen, con una normativa clara y estricta y haciendo un chacolí de calidad, tanto blanco como rosado, y que, por supuesto, sea distinto al suyo», enfatiza Ocete.
De hecho, ya se hace, aunque en la mayoría de los casos sea para consumo propio. Juan Miguel Santamaría lleva 30 años trabajando una viña de 650 cepas que tenía su suegro en Poza de la Sal y que este año le va a dar unos 800 litros de chacolí. Todos para beber en casa y regalar a los amigos. «Dicen que está muy bueno». Él no lo comercializa ni se plantea hacerlo en un futuro, pero en la localidad sí hay otros interesados en dar ese paso. «Todo el mundo debería tener las mismas oportunidades». De hecho, recordó, hace muchos años ya se vendía buena parte de la producción. «Quien llenaba 300 cántaras no se las bebía todas. Era un negocio».
«No quieren jaleos»
Podría volver a serlo. «Si da rentabilidad, qué más da producir trigo que vino», valoró. Ese es el objetivo fundamental para García. Y es que, apuntó, «solo hay que echar un vistazo a los archivos históricos» para saber que el norte de Burgos, incluido Miranda y La Bureba, «tenían bastante más producción de chacolí que en Euskadi». Sólo en Frías se generaban 80.000 cántaras (de 16 litros cada una), es decir 1,2 millones de litros, y en Poza de la Sal, 300.000, aseguran.
Así fue hasta los años 30. «Tras la Guerra Civil hubo un pequeño declive y entre el 60 y el 70 hubo un abandono total. Quedó una producción simbólica», lamentó. Y ahora, como no hay posibilidades de comercialización, nadie se lanza. «La gente no quiere meterse en jaleos legales o reuniones y opta por hacerlo para consumo propio». De todos modos, pase lo que pase, dice que «sería de una persona muy poco informada negar que estas tierras han sido muy 'chacolineras', más que el País Vasco. Pero allí no lo saben, creen que sólo lo hacen ellos», zanjó García.
Cantabria se suma a la pugna del txakoli
Defiende que el término 'chacolí' se usa «desde hace siglos» en la comunidad, mientras el Gobierno vasco anuncia inspecciones para retirar botellas 'ilegales' - 20.11.10
La Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC) ha reclamado el derecho a usar en la comunidad autónoma el término 'chacolí' para denominar a los vinos elaborados en la costa cántabra. El territorio vecino se suma de ese modo al frente que ha abierto la Diputación de Burgos con el fin de poder utilizar la misma denominación que otorgan los consejos reguladores en Euskadi. El Gobierno vasco ha anunciado que va realizar una inspección para detectar la posible presencia en el mercado de botellas de estos caldos procedentes de Burgos, Cantabria e, incluso, de Francia, una comercialización «sancionable».
Según los datos que maneja la agrupación ADIC «la tradición histórica de la producción vinícola y la regulación de su uso en Cantabria está documentada desde al menos el siglo XIII». Apuntan que se utilizaba el término 'chacolí' para denominar el vino elaborado «en Santander, Colindres, Arnuero, Meruelo, Argoños y Noja, parte de las Encartaciones y de la costa vasca, así como también en zonas del ámbito cultural y eclesiástico cántabro, como el Valle de Mena». Es más, según este colectivo, el actual 'Vino de la Costa de Cantabria', área geográfica regulada por la consejería de Desarrollo Rural, Ganadería y Pesca del Gobierno regional, se elabora con las mismas uvas que el txakoli producido en Euskadi.
El movimiento que reivindica el derecho de los caldos cántabros a comercializarse con el mismo nombre que los vascos surgió después de que el Congreso de los Diputados aprobara hace un mes proteger la denominación de origen del txakoli como vino exclusivo de Euskadi, en respuesta a una iniciativa del PNV. La asociación en defensa de los intereses de Cantabria asegura que, a diferencia de los argumentos del PNV, el término chacolí «no es de origen euskeriko», sino que es «el nombre con el que los comerciantes franceses denominaban al vino hecho en la costa cantábrica».
«Apropiación vasca»
La asociación ha hecho un llamamiento a los partidos políticos para que se empleen «con vehemencia» en la lucha por evitar «la apropiación vasca» del término. «Tan legítimo debiera ser utilizar Bizkaiko Txakolina, por ejemplo, como Chacolí cántabro; pero impedir que cualquiera de las bodegas cántabras pueda emplear la denominación de este caldo sería enterrar una tradición histórica de siglos», dicen.
El Departamento de Agricultura del Gobierno vasco, por su parte, ha anunciado que va a inspeccionar el mercado con el fin de tratar de localizar partidas con la denominación de chacolí procedentes de Cantabria, Burgos y Francia. El Departamento de Agricultura considera que la comercialización de estos caldos es «ilegal». Argumentan que para poder utilizar ese 'label' hay que cumplir una serie de requisitos en cuanto a viñedos, tipos de uva, tierras, tradición en la forma de elaborar el producto... recogidos en las normativas en vigor y que no cumplen los viticultores de comunidades vecinas. En la actualidad hay tres marcas autorizadas por los consejos reguladores vascos: las de Álava, Vizcaya y Getaria.
La consejería que dirige Pilar Unzalu recuerda también la existencia de un reglamento de la UE en el que se protegen las denominaciones de origen del caldo autóctono. El Parlamento europeo aprobó en 2002 que el término txakoli se limitara a esas tres marcas vascas.
El Gobierno vasco ha enviado una carta al Ministerio de Agricultura, a la Diputación de Burgos y a la Junta de Castilla y León en la que le detalla esos argumentos. Agricultura ha advertido, además, que actuará «en defensa de los intereses del sector ante las instancias oficiales que correspondan».
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