(Ésto he llegado a oírlo yo, pero no en La Vasca precisamente)
SEGUNDA PARTE
Bajándose Sancho de su rucio, que ya daba bocanadas y estertores del peso que soportaba hacía leguas, tuvo a bien platicar con el lugareño que, envuelto en una suerte de jubón, sayon o casulla negra, piripintado con pañuelo a cuadros al cuello, faja de atadura adonde el estómago pega golpes con la barbilla, pisando enérgico sobre alpargatas de cáñamo que se trenzaban hasta sus rodillas, ancho pantalón blanco para que rematase con chapela ladeada a la izquierda, se cercaba a semejante despropósito de los dos hambrientos caminantes.
No tardó mucho en quedarse satisfecha la curiosidad del escudero que despidió al mozo con un "Dios os guarde" y volvió presto a su señor con una grande sonrisa en los labios y la comisura de los labios revolviendo saliva de lo que les hubiera de acontecer a buen grado, tal y como adivinaba y tenía clara presunción.
-Me comenta, mi señor, que, en andando a tiro de gracia dos cuadras que dicen los indios, o ciento veinte varas que decimos aquí, o la décima parte de una legua, y que no sea la real que nos marquen los hijos de la Gran Bretaña sino la que diga nuestro señor Rey, habremos de encontrarnos con un maese que nos disponga de ricas viandas para satisfacer y olvidar el ardor del polvo del camino y ¡pláceme por lo comentado que hemos de quedar hartos, ahítos y alimentados!
Sonrió beatíficamente nuestro caballero ante la urgencia de pitanza de su buen escudero y con un "¡Ea, sin tardanza, Sancho!" clavó talones en los costillares de Rocinante que de no muy buen grado por la ferida causada en las ijadas, avivó presto el paso.
Dejando detrás dos fornidos leones de piedra que custodiaban el puente, se llegaron hasta un mesón donde se mostraban viandas que habrían de tener contentos a moros, judíos o cristianos viejos. A pocos pasos de él, ataron ambos sus monturas en lo que parecía ser los restos de una muralla que hacía de trasera de carbonería y, llamando al portón apareció un espigado mozo quien dijo llamarse Íñigo de Bilbao, más por apellido, el que con contagiosa sonrisa hizo subir por una escalera a nuestros caminantes y les acompañó hasta una mesa donde éstos sentaron su reales.
Allí fue donde a Sancho los ojos se le pusieron a cuartas porque empezar a aparecer platos de los que el mesonero iba sacando de sus fogones y que el llamó entremeses de la casa, fue todo uno. Ahí se mezclaron jamón de Guijuelo, gambas de Huelva, almejas, langostinos y espárragos de los campos de Navarra,hongos y picadillos todo ello regado con buenos vinos de Laguardia, de Haro o de Labastida, entre otros. De la Rioja Alta o de la Ribera del Duero, del Penedés o de las Rías Baixas.
Don Alonso no hacía más que mirar a Sancho que iba dando buena cuenta de lo que empezaba a ser pantagruélico y no habiendo terminado arte y parte, ya tenían sobre el mantel perretxicos del país, una sorda a la que Panza puso el oído nada más verla y un cordero que amansó a Quijano de su triste figura y dejaron los ayes para su Dulcinea para mejor ocasión. No pasaron por alto truchas y salmonetes, que les hicieron el honor y fueron llegados a los postres, donde endulzarse de tan opípara mesa y aquello se completó con una leche frita y unas porciones de tarta de queso que buscaron acomodo a la buena de Dios en los llenos buches.
Con el espíritu contento que ya se sabe que "más cornadas da el hambre", sacó don Alonso la bolsa y pago el convite a lo que no le pareció caro teniendo en cuenta las cantidad, calidad y el buen hacer y estar de los responsables de aquel restaurante más conocido en el lugar como LA VASCA y por donde les comentaron más tarde, pasaba gente de toda condición y gusto a deleitarse de tales manjares que ellos dos ya habían catado.
Satisfechos y adormilados por los vapores de los vinillos y por la extensa y bien venida pitanza, Alonso y Sancho se retiraron a descansar, despidiéndose de Íñigo de Bilbao, más por apellido, diciéndole que promulgarían por las tierras donde ellos pasaran el buen quehacer de tal ilustre sitio.
Pero eso es otra historia...
LOS RESPONSABLES DEL RESTAURANTE LA VASCA DESDE EL AÑO 2000
Tal y como nos cuentan ellos en su página Web:
Tradición y costumbre al servicio del cliente, con mucho gusto. Generaciones de empresarios, viajantes, agricultores, mirandeses y foráneos, han hecho del restaurante La Vasca el referente culinario de nuestra ciudad.
Ante todo se trata de un restaurante familiar, contando entre sus mesas y fogones con tres generaciones distintas de la misma familia. Categoría 4ª. Guía Campsa, Gourmetour, El Pais.
Platos recomendados:menestra, entremeses de la casa, caza, cordero, pescados. Menú de la casa (iva incluido):22€ Precio medio persona (iva incluido):30-36€ Bodega:70 referencias Rioja-Ribera del Duero. (Los precios a 2011 son aproximados y pueden variar)
De ser un simple bar, pasó a ampliarse el espacio de mesas y bancos corridos en la planta baja y por último se abría una sala restaurante en la planta primera del edificio. Su comida siempre ha sido tradicional y nunca han faltado los mejores platos de temporada angulas, truchas de río, la caza, perretxicos, cordero, merluza a la cazuela. La calidad de sus productos y el buen trato a los clientes han intentado ser siempre los ideales de este establecimiento.
Como ejemplo, un botón que hay más. ENTREMESES DE LA CASA
10 platos de picar para empezar:
- Jamón Ibérico de Bellota (D.O. Guijuelo)
- Gamba fresca de Huelva a la Plancha
- Gamba fresca de Huelva al ajillo
- Almeja Gallega a la marinera
- Langostinos
- Espárragos (D.O. Navarra)
- Hongos Boletus o Perretxicos
- Picadillo de la casa
- Ensalada especial
RECETA DE LA LECHE FRITA, AHORA QUE LLEGAN CARNAVALES, AUNQUE SIGUE GUSTANDO LA QUE HACE íÑIGO, EL HIJO DE PACO Y SUS COLABORADORES. HAY QUE TENER USÍA
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