CARTA desangelada de otro nuevo parado en el palomar de los impotentes.

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Un amigo mío que ya ni cobra el subsidio de desempleo ni los cuatrocientos y pico, ni nada de nada, me contaba amargamente su vida de parado. Noté similitudes y he novelado(?) lo que contó una mañana hasta que casi da con sus huesos en el suelo después del octavo o noveno orujo con moscatel, o mistela. Y no al revés.
Hizo memoria y dijo:



Hoy, a la entrada de la fábrica,el jefe de turno me ha dicho que no me cambie de ropa, que espere a que abran las oficinas y que suba al despacho del jefe de personal. Mi particular tragedia griega está a punto de bajar el telón, algo que ya barruntaba. Demasiadas desaveniencias en poco tiempo. A alguien se le ha llenado el vaso. A mí también se me estaba llenando de bilis.
Con cara de circunstancias por ambas partes, muy serios por ambas partes, escasos de diálogo fluido por ambas partes y una pizca de tensión por ambas partes, nos vemos las caras. Y en ésta ocasión da pié a que será la última.(A pesar de todo y de que luego se sonría o se parta en dos de la risa a mi costa, no debería ser un plato de gusto). El jefe de personal de mi fábrica me entrega la carta de despido improcedente, indemnización incluida después de que la haya firmado y con la sospecha de que me han aplicado el artículo 54/2 completo del Estatuto de Trabajadores y con todo el papeleo completamente preparado. Exactamente para que me retuerza internamente y me vuelque en dos opciones:
a) Que desista de reincorporarme a mi puesto (ya no les soy útil a sus voluntades y perspectivas y no lograré nada con mis pataletas)
b) Que me busque la vida en otro sitio mientras subsisto con el subsidio de desempleo... "Y da gracias que te queda paro".
¿Mi carta de recomendación? No se molestan en dármela, ni yo en pedirla. ¿Para qué?. Tienen preparado un buen repertorio de mentiras y faltas (solo se acuerdan de los fallos) si algún prepotente les llama consultando mis antecedentes, servicios y sudores a esta entidad que abandono. Y yo tengo preparadas un montón de excusas, frases lapidarias y panfletarias sobre el maltrato verbal y físico, la 4º Internacional, la declaración de los Derechos humanos, el Primero de Mayo, la estupidez humana de mis ex-compañeros y la lascivia y avaricia de mis recien extintos patronos. Papel mojado.
Abandono esos cuartos rellenos de legajos de facturación, correos publicitarios y el armarito canijo de las nóminas, de calefacción invernal y aire acondicionado veraniego mientras los demás nos pudríamos abajo ante los dinosaurios de metal, y allí que voy. Chulesco y eufórico de haberme quitado de encima sinsabores, madrugones y noches de guardia y con el espíritu exaltado del que piensa:"¿Ves?, conmigo no se juega"
¡Qué bonito es salir por la puerta grande del despido camino a la cuadra de los olvidados del paro con tu "A" redonda latiendo desaforada y orgullosa sobre tu pecho, o tu puño con la rosa resplandeciente, o tu hoz y martillo doradas sobre un fondo de sangre!.
Convierto la sonrisa de mi cara en una mueca salobre con un mohín de asco ante tanto lameculos y fijo una mirada inquisitorial sobre los que fueron compañeros y siguen, ahora, siendo esclavos de un capitalista cuyo barco abandonas. Pero no como una rata, sino como un Azor, Águila o Ave Fénix. Ese es el semblante que portamos los vencedores.


Más tade, no mucho más, solo instantes, queda llevar la cabeza levantada al cruzarse con representantes sindicales, a los que desprecias y te imaginas que bajan la suya, que no la bajan, a tu paso. Ni a tiros la bajan. Pero mantienen su puesto de trabajo y sus firmes creencias). A esos, a los que no eres capaz, ni con mucho, de despedirte con un "Hasta siempre, camarada (o compañero)" te despides con un gesto del brazo, sin muchas ganas. Por cumplir. Es igual. Da lo mismo. Ya no se lleva llamar compañero al compañero o camarada al amigo fiel. Y suena a caduco. Suena a asambleas,a correr delante de los grises esquivando lecheras, a puños alzados o a las telarañas del polvo del olvido.
Paso altanero y marcial camino del destierro, dirección a la nación de otro, y otro, y otro "Lunes sin Sol", aún sin pensar en ello. Hoy no hace falta. Mañana Dios dirá (como frase hecha)

Una nueva vida ha comenzado.

Ahora tendré tiempo para hacer todo lo que la esclavitud del trabajo me negaba. El complemento del vil metal, de billetes que se arrugan y rozan golpeando calderilla y piezas de cobre de escaso valor, late enérgico en mis bolsillos mientras desaparecen a la velocidad de la luz. Parece como si este botín me quemase y quisiera librarme del fuego.
A los pocos días, sé que me obligaré a pasar de esta aceleración de la luz de gastos y consumismo, a la velocidad del sonido. Todavía no lo sabía, pero habría de llegar un momento que esa velocidad fuese la de los caracoles y todavía se convirtieran esas voces en los sonidos del silencio. Pero eso, todavía no me preocupa. Todavía vivo en éxtasis y mañana Dios dirá.
Y fíjate que incluso alguna mañana he vuelto a madrugar para observar de lejos a mis compañeros subiendo al autobús que les lleva al pudridero, al infierno, a esa casa de putas dirigida desde los despachos por los propios hijos de ellas. Bueno, ¿Y qué? ¡Allá ellos! No saben lo que se están perdiendo.
Cuando el autobús se pierde al fondo de la calle y gira para recoger más infelices, a mí me está esperando el periódico, un café caliente, una copa y un farias en cualquier tasca madrugadora a tres o cuatro calles de allí. Soy un vencedor. Siempre aposté a ganador y tengo confianza en mi Fortuna. Soy un parado daliniano, uno más, pero con distinción.


Pero van pasando los días. Y pasan, y pasan. Y no hay nada nuevo sino monotonía y letargo. Es el mismo perro pero con otro collar. He pasado de pulsar frenéticamente una tecla en la mastodóntica máquina que pilotaba durante ocho largas horas, a pasar frenéticamente la página del mastodóntico diario que leo, nervioso y aburrido, en ocho minutos. Y frenéticamente carraspeo, miro a izquierda y derecha, veo a otros de similares y mastodónticas circunstancias como las mías y regreso a la página de deportes donde me anuncia una frenética carrera contra el relos de los mastodontes del Barça y el Madrid. Los demás no juegan ni son mastodontes frenéticos. Como siempre. Para variar. Como todos los días. Como todos los días que aún me pueda pagar ese café para leer el periódico en éste o en otro bar. Empecé por pubs y cafeterías y ahora apoyo los huesos en las barras de bares y tascas.
Y,¡Qué agradable el lamer del viento sobre tu rostro al recoger de madrugada, allá entre las doce y la una de un día para otro en cualquier cajero automático,las migajas quejicosas que ha abandonado el gobierno para que te creas que lo están haciendo bien y se acuerdan de los pobres. Todo, a sabiendas de que cada cobro te acerca más al abismo de la ruina. A la tierra poco fértil de los que antes llamabas gorrones y vagos, de los que claman ayuda a familiares y amigos y que vocean a ciegas en el desierto de los desarrapados. En ese momento ruinoso y desapacible, recibirás del gobierno, del que sea, el arcón de tu felicidad, completamente lleno de las mejores promesas no demostrables, excusas y lamentaciones para tu caótica y desesperada situación. Luego, los que mandan en nuestras vidas con el voto de confianza que les dimos, dejarán simplemente de estar! ¡Quizá es que nunca estuvieron!


Y ¡Qué elegancia al rebuscar las monedas para pagar el cafecillo, (ya no hay ni copa, ni farias, ni billetes qué cambiar)! Esbozas una sonrisa cómplice a los tertulianos, intentando que no se note que vas de capa caída, que siempre hubo clases y encuentras "el precio justo" para pagar la lectura. Ironías de la vida:¿Era ese tu precio justo o era justo el precio que te mereces, luchador?
¡Qué desasodiego, ahora que no te ve nadie, cuando abres el frigorífico y se parece a tu libreta de ahorros! ¡Qué grandes parecidos nos depara la vida! Y te cabreas. Y te maldices. Y piensas lo de "cualquier tiempo pasado fue mejor, " a lo hecho, pecho" y "siempre que llueve ha escampado". Esta vez lanzas al cielo tu Plegaria al Sumo Hacedor... (Estarás que coña. No querrás que escriba eso?...Tú escribe) esperando que no te halla echado en el olvido y te perdone las faltas cometidas. Puede salir bien porque llevan de bonificaciones y avalistas a su madre y al reto de la corte celetial a la que llevas días rezando en secreto.


(PAUSA DESASOSEGANTE Y LARGA)
No queda mucho más. A esta edad, ¿Quién te va a contratar (va camino de los 50 y...)?, ¿De dónde voy a sacar dinero? Como no atraque un banco...(quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón)

Reposa la mirada al suelo mientras el humo de una colilla recogida horas antes, sube por su brazo. Su última mirada cabal ese día y el colofón:
-No sé. Si volvería a nacer de nuevo...no sé. (PAUSA). No sé, ¿Me invitas a un moscatel?

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