GAZA: No mires para otro lado.

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No sabe. No entiende. No comprende. ¿Niño o niña? Su reino no está en este mundo porque ya se lo habrían quitado con la vaga idea de crear asentamientos para la chusma apátrida y errante que siempre han sido esos mercenarios de un Dios que sigue de vacaciones. Un Dios al cual fueron capaces de eliminar por molesto y díscolo, por revolucionario y pobre y porque lo que menos importaba era si realmente firmaría como Hijo de Dios o como el hijo del carpintero. Estorbaba “el muy hijo de ***…” como estorban los habitantes de Gaza, por centrar geográficamente el dato, y punto.

Y punto y seguido. Este Dios que defienden, Dios de sus padres y de sus ancestros, de rancio abolengo y consensuado en Escrituras de difícil interpretación, cruel con cualquier pueblo que no sea el sionista y benefactor de estos nómadas del desierto no es el genuino si es que alguna vez hubo alguno real y no esos amigos imaginarios. Se asemeja más a un becerro de oro o a un cancerbero con pies de barro y bota militar. Ese Dios arcaico es el dólar, el Nuevo Shékel, el petróleo o el poder.

Estos apátridas, que no tuvieron más tierra que la que han robado se resguardan con el beneplácito y ayuda de las potencias salvadoras de la Libertad con mayúsculas, de esa Libertad de la que tanto presumen y que les llena la boca, y de la que sabemos que debe ser SU Libertad pero que está muy lejos de ser la Libertad de la mayoría (hasta ahí llega la pobreza de espíritu, comentan estos salva patrias). Todavía tienen fuelle para ver barras y estrellas ondeando detrás de la copia de esa estatua regalo de Francia y eso les vale para su razón de ser y que nadie ose toserles. Cortarían la gripe de cuajo y sin anestesia. Si la estatua pudiese hablar o moverse, ya hubiera emigrado a otros terruños echando pestes por la boca. Pero no la dejan. No estaría bien.

Desde la ignorancia del sueño o de los sedantes, si es que hay sedantes para la barbarie, este pequeño o pequeña nos mira con los párpados cerrados cómo los demás miran, miramos, miráis, para otro lado. Estas tierras y este viejo conflicto que sigue cobrándose vidas nos pilla demasiado lejos a pesar de que lo tenemos a la vuelta de la esquina.
Mientras, su pueblo es ejecutado lenta e inmisericordemente por los mismos que hacía pocos años condenaban las conductas xenófobas y su exterminio en campos de concentración en Europa en otra beligerancia alocada. Mal fortuito pero atajable. Una mentira más de las muchas que se oyen en cualquier congreso, senado o casa consistorial o parroquial. Tanto da que da lo mismo.

Se nota que sus asesinos, los de este pequeño aunque aun respire, los de los otros pequeños que ya no lo hacen, los que no tienen ya ni fuerzas para ello y los que sacarán fuerzas de flaqueza no se sabe bien de dónde, han aprendido, han aprehendido muy bien las lecciones de extirpar conductas, quebrantar cuerpos, destrozar ciudades, desgarrar y desmembrar territorios que nunca fueron de su propiedad y desarraigar lo arraigado. De ser desarraigados en terreno prestado saben algo estos mercenarios de la Verdad. De su Verdad. Y eso es verdad. Verdaderamente SABEN MENTIR Y MIRAR PARA OTRO LADO.


¿Qué puede hacer un pobrecito hablador como yo sino escribir corroyéndome las entrañas? Los que de verdad tienen la solución levantan altaneramente la vista por encima del hombro y miran de soslayo si sus bolsillos están bien cebados. Las fotos de Beatriz Egea del conflicto inacabable de la lucha entre Palestina (ahora Gaza es la martirizada) y los sionistas israelitas con el apoyo de países europeos y de los de la banderita de barras y estrellas, son espeluznantes y categóricas. No hay engaño que valga. Bueno, sí. Siempre hay engañados.

Al niño o niña de la foto le embaucarán y le mentiran. A la opinión pública, cercana o lejana, la manipularán y condicionarán. El político disfrutará con sus momentos de gloria altruista, infame, momentánea y se dejará corromper para llorar en público como una plañidera mientras se ríe como lo bellaco que es.
Pero algo está cambiando. Habrá más niños. Sanos, no sé. Sí más fuertes. Crecidos desde su debilidad, tornará la balanza a ceder bajo el peso de la razón y dar su justo merecido a tanta burla, muerte y destrucción. Al menos eso me gustaría pensar. Al menos…

Y si pudiese dar un aliento, una mano, una caricia a ese niño o niña que ya conoce lo que es la amargura sin que se lo hayan contado, o lo que buenamente pueda, desde la distancia, tan cerca, tan lejos, estaría ahí sin dudarlo

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